Cuando una persona que padece una enfermedad decide participar en un estudio científico sobre una medicina que, quizá, le pueda ofrecer curación o alivio, sabe que la medicina que recibirá puede ser real o simple azúcar.
Lo que revelan estudios de todo el mundo es que, funcione o no la medicina de
turno, el efecto placebo sí que es real. Las personas mejoran de sus síntomas al tomar una pastilla de azúcar. El potencial del ser humano, sus capacidades y posibilidades están aún por desentrañar. ¿Qué hace que la persona mejore? ¿Su creencia en que va a mejorar? ¿O hay algo más?
Lo cierto es que los efectos beneficiosos de su creencia en que va a mejorar no
duran mucho. En algunos casos, apenas 24 horas. ¿Por qué? Porque vuelven a enfrentar su vida cotidiana: su casa, su entorno, sus amigos... Todo a su alrededor le recuerda su antigua manera de pensar, le recuerda sus síntomas y que tiene una enfermedad latente, o dormida. Y voilá, la enfermedad regresa.
Hacer un retiro supone un cambio de escenario, alejarse por un día o varios del
entorno en el que habitualmente nos movemos y somos: encontramos otro aire, otros colores, otra temperatura, otras caras, otra comida, otros hábitos...
Y aquí ocurre la magia. Uno puede realizar cambios significativos durante un
retiro y que, además estos cambios sean duraderos, permanentes.
Durante los retiros espirituales nos abrimos al infinito mundo de posibilidades que alberga
nuestro interior. Puedo cuestionar mis pensamientos y creencias si estos van en una dirección contraria a la que realmente quiero ir. Puedo cuestionar mis hábitos al experimentar formas más saludables de vivir y comprender el mundo.
Puedo decir adiós a pautas de comportamiento y emociones nocivas que se
repiten en mi día a día, al darme cuenta de que hay otras formas, otros caminos, otra manera de sentirse.
Un retiro es una puerta al crecimiento. Sea del tipo que sea, y la actividad que se
haga durante el retiro, éste ofrece de por sí la valiosa oportunidad de poder mirarnos en el espejo y enfrentar todos aquellos aspectos de la vida que nos resultan molestos, que suponen una carga o un peso del que no sé cómo desprenderme. El cambio de escenario ayuda. La actividad ayuda. El descanso y la buena comida, ayudan. La guía de alguien ayuda. Estar en un entorno seguro, al lado de personas que vivencian y desean lo mismo que yo, ayuda. Y, sobre todo, encontrarse con que uno posee fuerzas y cualidades que no creía tener, ayuda a que los cambios que uno experimenta durante un retiro, se hagan palpables y más fáciles de implementar en la vida cotidiana.
Escrito por Héctor Lajprem