Cuando sientes ansiedad, tu cuerpo se inunda con hormonas. Tu corazón late con fuerza, tu respiración se acelera y tus músculos se tensan.
A esa situación, se la conoce como respuesta al estrés, y es una reacción normal ante situaciones de amenaza, puesto que la ansiedad o el estrés es una respuesta biológica de tu organismo.
Si retrocedemos en el tiempo, el hombre prehistórico también sentía esa ansiedad y lo ayudaba a sobrevivir frente a amenazas como por ejemplo, el ataque de un animal.
Y aunque hoy en día, rara vez nos enfrentamos a este tipo de peligros, las diferentes situaciones de la vida cotidiana pueden desencadenar una respuesta al estrés tan importante como si nos estuviéramos enfrentando a un peligroso animal hambriento.
La verdad es que no podemos evitar las situaciones desafiantes de la vida cotidiana. Los atascos existen, los jefes impacientes existen y la crisis económica no parece mejorar.
Pero lo que si podemos hacer es desarrollar formas más saludables para saber cómo trabajar la ansiedad.
Estas técnicas te ayudarán a percibir el mundo de manera diferente, porque la ansiedad te impide observar el panorama general.
Cómo controlar la ansiedad para lograr un estado mental más tranquilo
La ansiedad nos domina fácilmente, porque somos muy buenos para activar nuestro sistema suprarrenal y ponernos nerviosos.
La pregunta es, ¿cómo te relajas?
Existen varias prácticas que no solo te harán sentir bien, sino que también te ayudarán a llegar a un estado desde el cual podrás enfrentarte mejor a cualquier cosa que te depare la vida.
1. Técnica de la respiración consciente.
La respiración es una herramienta poderosa de regular las emociones y trabajar la ansiedad, porque puedes activar tu sistema nervioso parasimpático.
Uno de los ejercicios de respiración que te ayudarán a entender cómo trabajar la ansiedad es:
- Inhalar, contando hasta cuatro.
- Aguantar la respiración contando hasta cuatro.
- Exhalar, contando hasta ocho.
Cuando realizas exhalaciones largas, estás activando el sistema nervioso parasimpático, reduciendo tu frecuencia cardíaca y la presión arterial.
2- Técnica de la autocompasión.
A menudo somos nuestro peor crítico.
Creemos que ser autocríticos nos ayudará a ser más conscientes de nosotros mismos y nos hará trabajar más duro, pero eso es un mito.
La autocrítica destruye nuestra resiliencia. Somos menos capaces de aprender de nuestros errores cuando nos castigamos. Las personas autocríticas tienden a tener una mayor ansiedad y depresión, y una incapacidad para recuperarse de las luchas.
La autocompasión es la capacidad de ser consciente de tus emociones, consciente de las emociones que suceden en tu interior cada vez que falla en algo.
No significa que te identifiques con ellos, lo que debes hacer es simplemente observarlas y darte cuenta, sin alimentar el fuego.
La autocompasión también implica comprender que todos cometemos errores y que eso es parte del ser humano (humanidad compartida). Y es la capacidad de hablarte a ti mismo de la misma manera que hablarías con un amigo que acaba de fallar, con calidez y amabilidad.
Cuando adoptamos esta actitud, estamos más tranquilos, tenemos menos sensación de estrés y niveles más bajos de cortisol. También somos más resistentes, porque tenemos menos miedo al fracaso y estamos más motivados para mejorar.
Saber gestionar la ansiedad no trata de evitar todo tipo de emoción estresante. De hecho, cuando nos tomamos el tiempo para respirar, conectarnos y tomarnos unas vacaciones para practicar meditación, algunos de los sentimientos negativos de los que hemos estado huyendo podrían alcanzarnos.
Por eso la mejor manera de aprender a gestionar la ansiedad es potenciar nuestra resiliencia, es decir, trabajar nuestra capacidad de adaptarnos a situaciones adversas y ser más flexibles ante los retos que nos pone la vida.
Controlar la ansiedad es ser capaces de darnos cuenta de que no seremos felices todo el tiempo, pero que tenemos la energía, la mentalidad y el apoyo de los demás para ayudarnos a capear la tormenta.
¡Namaste!