Cuando uno después de traspasar sus dudas y decidir saltar sobre las brasas del miedo se decide finalmente a realizar un retiro, nunca, aunque a veces lo puede parecer, se encuentra solo en esta decisión. Apuntarse a un retiro es un decreto de que quieres conocerte más allá de lo que tu personalidad, cultura, época y familia te han ofrecido hasta ahora. Es la respuesta a una llamada interna que se hace muy difícil de definir, expresar e imposible de provocar en nadie. O se siente o no se siente. Esta llamada interna, este empujón, no deja de ser la Unidad que somos deseando reunirse, es la Unidad volviendo a lo que es.
En un retiro, al margen de las actividades que los profesionales u organizadores programan e imparten, te encuentras con personas que al igual que tú han escuchado esta llamada del autoconocimiento, del cuestionamiento, la llamada del “debe de haber otra manera”. Por lo tanto, se puede decir que te encuentras con una familia.
Una familia que nunca antes habías conocido, una familia con la que no compartes ni genes ni sangre ni quizás el mismo idioma materno, pero que, pese a todas estas aparentes diferencias, estas personas siguen siendo familia porque tienen el objetivo compartido, al menos durante el retiro, de abrazar lo misterioso, abrirse al amor incondicional y encontrar la esencia de cada uno.
Cuando es así, se siente en el ambiente. Surge una hermandad que no es postiza ni hipócrita, sino que es verdaderamente generosa, surgida del corazón. Se ve en las miradas, en las posiciones de los cuerpos, en los gestos. Es algo que te sobrecoge, te emociona y te hace comprobar empíricamente como la fuerza del Amor está por encima de todo control, llevándote a rendirte y fascinarte por ello.
Esto no se organiza, no se planifica. Las llamadas del Amor solo se pueden escuchar, permitir y facilitar su cauce. Nunca se puede controlar deliberadamente que las personas de un retiro, dos días atrás nunca se habían visto las caras, sientan un amor infinito entre ellas y se rindan entre lágrimas frente a la insultante vastedad e infinidad del Amor que nos posee, somos y pertenecemos.
El Amor no se puede organizar, solo se puede escuchar.